Me acerco a Guanajuato y su producción artística con cuidado.
Aunque nací en Irapuato, llevo muchos años sin vivir ahí, y ahora soy una chilango-residente que sólo en redes conoce y da like a espacios independientes, casas cuir, galerías, fundaciones, bienales, escuelas y esfuerzos de por allá.
Al hablar con las artistas, me intentan explicar su contexto:
Salamanca es un pueblo que... les digo que soy del pueblo de al lado. Reconozco el Guanajuato de las pinturas multitudinarias que hace Samara y los cerros pelones de los paisajes de Jesús.
La refinería de Salamanca que tanto tiene que ver con la obra de Danna era lo más parecido a ver rascacielos iluminados cuando era niña y lo veía de noche desde la carretera, jugando a que era Nueva York.
¿Te acuerdas del chernobylito de Salamanca? Les digo tratando de empatizar y también de investigar sobre un día hermoso y aterrador, por ahí del dos mil, que se puso el cielo naranja y dijeron que algo había pasado en la refinería. Son por supuesto muy jóvenes y nadie se acuerda, pero alguna otra historia viene a la mente, siempre con la incertidumbre de que el humo del fondo pueda ser cualquier cosa.
Compartimos el paisaje, la industrialización y la violencia, aunque la unión entre nosotros sea ficticia y elástica, y nuestrx punto de vista y tono sea distinto.
La presente muestra es una exposición de algunas obras que ejercicio curatorial colectivo a partir de un paisaje evocado que es a la vez un sentimiento de belleza y terror.
Olga Rodríguez