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Yucatán

#CHAAC VS POSEIDÓN

Este año, se inauguró en un puerto emblemático de Yucatán una gran escultura de Poseidón. Al poco tiempo de haberla erigido, se declaró alerta en la península debido al huracán Beryl, provocando que una parte de la población local asumiera que las fuertes lluvias acompañadas de viento se debían a la furia de Chaac, deidad del agua dentro de la cultura maya, como castigo por haber colocado la estatua del dios griego en esa playa del sureste. El miedo de algunas personas fue tal que llegaron al grado de proponer derribar la escultura por temor a la creciente ira tanto de Chaac como del dios del mar. La noticia se volvió viral a raíz de los memes que se suscitaron, llegando a su clímax cuando la conductora de un programa de televisión coqueteó con la idea de hacer una película sobre la disputa a lo que Netflix respondió con la ficción, ¿o no?, de que ya trabaja para subirla a su plataforma.

En medio del contraste entre la fascinación del meme y la contrariedad, este hecho reciente permite considerar paralelismos con los contextos propuestos por lxs seis artistas seleccionadxs como el extrañamiento ante el neocolonialismo, la idealización de la identidad, la hiperglobalización, la violencia soft, las relaciones históricas de Yucatán con otras culturas, la nostalgia y la tensión-superposición de distintos entornos como la naturaleza, lo social, la fantasía y la construcción del género.

Desde las prácticas mediatizadas, cuando se piensa en Yucatán, se evoca lo ancestral, la ciudad colonial, el destino turístico y el auge inmobiliario, cabe mencionar que el puerto en donde se colocó la escultura de Poseidón se llama "Progreso", termino que resuita significativo para los cuestionamientos e imaginarios de las obras que se presentan.

Bajo el concepto de Blanco supremo, la obra de Erick De Gorostegui especula sobre singularidades identitarias propias de la "ciudad blanca" como el nacionalismo globalizado, lo neomaya, el racismo y el blanqueamiento social, la idea de bonanza, la cualidad plana del paisaje y las formas del deseo. De algún modo, esto conecta con los despliegues performativos y objetuales de Marita Suavecitx que, desde una estética hiperfemenina y utilizando varios alter ego, busca hackear el cis-tema partiendo de la ternura, el poder suavecitx y el goce colectivo. Max Castañon también hace cuestionamientos sobre el género, entendiendo el box como una danza de agresión-resistencia en donde la interacción se vuelve violenta y frágil al mismo tiempo; las cuerdas del cuadrilátero se acolchonan para ser suaves, sin embargo, lo que ocurre al interior es hostil. En el caso de ixs tres artistas llama la atención el uso de colores específicos para desarrollar la obra, el blanco supremo en Erick, el capitalismo rosa de Marita y el azul y rojo brillantes de Max como distintivos del box y de las polaridades que suceden al interior.

A Alan Toloza le interesa la intersección de lo improductivo, lo obsoleto, lo invisible y silencioso, así como adentrarse en algunos episodios de la relación diplomática de Yucatán con China o Rusia, que han quedado en el olvido y el polvo, volviéndose humo. Para Gladys Méndez la ausencia y la nostalgia también son importantes, en su obra hay diversas yuxtaposiciones entre lo natural y lo artificial, los sueños y la información, lo real y lo incomprensible, la presencia de colores definidos y zonas en donde la pintura se dispersa hasta volverse una mancha de luz. Julia Torres se aproxima al claroscuro a partir de líneas marcadas y sueltas, sus dibujos y pinturas muestran la vida salvaje, el desplazamiento, la relación de los animales con el entorno y la crisis climática.

En Garage Yucatán, el duelo entre Chaac y Poseidón evoca teorías conspiratorias, señales del más allá y algunas claves para combatir la seducción del progreso.

Selma Guisande

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